Pilar Prades, última mujer condenada a muerte en España

Retrato de Pilar Prades

Según los datos publicados por el Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica en 1959[1], cerca de medio millón de jóvenes, de entre 15 y 30 años, se vieron presionadas a abandonar sus pequeños lugares de residencia para ganar algo de dinero en la ciudad. Debido a las circunstancias económicas, así como al contexto rural en el que crecían, carecían de estudios y muchas de ellas no conocía ninguna profesión. Sus familias las ponían en manos de las fuerzas del sino de la ciudad con el fin de que ahorrasen dinero y, de esta forma, hacerse el ajuar y casarse con algún chico del lugar.
Pilar Prades (1928-1959) fue una de esas muchachas arrojadas a las grandes urbes. Creció en el seno de una familia humilde en Bejís (Castellón). Solo tenía 12 años cuando tuvo que dejar atrás una infancia sin juegos y cargada de responsabilidades para comenzar a servir. Su gesto adusto y su introversión hacían desconfiar a sus patronos, por lo que escaso tiempo duraba en las casas; se dice que en un solo año llegó a trabajar para tres familias distintas.
La tradición mandaba que las mujeres tenían que prepararse su ajuar, bordar sábanas de hilo, toallas y servilletas. Ella cumplió la imperante obligación social; sin embargo, se hizo mujer sin haber recibido una palabra o un gesto cariñoso. Acostumbraba a pasar las tardes de los jueves y domingos en El Farol, una casa de baile, pero nadie la sacaba a bailar.
Pilar tenía 26 años en 1954, fecha en la que comenzó a servir en la casa de Enrique Vilanova y Adela Pascual. El matrimonio regentaba una carnicería en la calle Sagunto. Pilar admiraba el porte y las formas de Adela, cómo se desenvolvía con la clientela. El momento más feliz de esta era cuando solicitaban su ayuda en la carnicería. El día de San José, Adela cayó enferma, así pues, Pilar tuvo que sustituirla en el mostrador y cuidarla, además de seguir con sus tareas del hogar. Le preparaba caldos y tisanas[2], pero la mejora no llegaría nunca. Los vómitos, la pérdida de peso y el dolor muscular acabaron con su vida. Durante el entierro, la carnicería permaneció abierta, porque Enrique confió en Pilar. Cuando regresó, la encontró tras el mostrador con una sonrisa en la cara y el mantel almidonado que solía llevar su mujer mientras despachaba. Sin darle explicación alguna, Enrique echó de su casa a Pilar, cerró el negocio y se fue de Valencia.
Una de las amigas que hizo en la sala de baile El Farol, Aurelia Sanz, le consiguió trabajo en el domicilio del médico militar Manuel Berenguer y su esposa M.ª del Carmen Cid, donde ocupaba el cargo de cocinera. Tuvieron una discusión porque, un día en El Farol, el chico que le gustaba a Pilar sacó a bailar a Aurelia. Poco después, la cocinera cayó enferma. Al principio, solo eran vómitos, hasta que aparecieron extraños síntomas como la hinchazón de las extremidades. El médico decidió internar a Aurelia en el hospital, donde varios especialistas ahondaron en la extraña enfermedad y dieron con el mal de las dolencias: arsénico. Manuel Berenguer sospechó en todo momento de Pilar, indagó en su pasado hasta encontrar a su anterior patrono, el carnicero Enrique Vilanova, quien le contó lo ocurrido a su esposa.
Semanario El Caso

El médico presentó una denuncia donde se remitía a los hechos. Se exhumó el cadáver de Adela, la carnicera, y se le hicieron unos análisis que desvelaron la presencia de arsénico. Tras registrar la habitación de Pilar, se encontró una botellita de Diluvión, un veneno matahormigas. La interrogaron durante 36 horas, la alimentaron a base de aspirinas hasta que terminó confesado sus crímenes.
El abogado de Pilar le instó a que durante el juicio se declarase culpable; de este modo, su condena serían 12 o 16 años de prisión, pero se negó, así fue condenada a muerte por garrote vil. El verdugo que tuvo que llevar a cabo la ejecución fue Antonio López Sierra, quien se negó a ello después de saber que acabaría con la vida de una mujer. El 19 de mayo de 1959, tuvieron que emborrachar y arrastrar al verdugo al patíbulo para que cumpliera con lo mandado.


[1] Pedro Costa (2009). “Garrote vil para la envenenadora” [en línea]. En El País Semanal.
[2] DLE "Bebida medicinal que resulta del cocimiento ligero de una o varias hierbas y otros ingredientes en agua". 

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