La pastora Marcela

En los capítulos XII, XIII y XIV del Quijote[1] se desarrolla la historia de la joven pastora Marcela, una de las figuras femeninas más simbólicas de la ficción. En el capítulo XIV, la muchacha se defiende de las acusaciones que sufre por parte de Ambrosio y Vivaldo tras la muerte de Grisóstomo, quien, al no ser correspondido con el amor de la pastora, decide suicidarse. Mediante impetuosos alegatos, Marcela defiende su soltería elegida: «yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos». 

     Frente a las acusaciones que la culpan de la muerte de Grisóstomo, afirmaban que tal fallecimiento era fruto de los engaños y los embaucamientos de la locuaz pastora. Marcela sostiene que «a los que he enamorado con la vista he desengañado con palabras», por tanto, no tenía por qué complacer a Grisóstomo solamente por tener buenas intenciones con ella, se exculpa del trágico desenlace amoroso. La sentencia que mejor ilustra su pensamiento es «el que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata no me sirva; el que desconocida no me conozca; quien cruel no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá, ni seguirá en ninguna manera». En definitiva, Marcela es una heroína que defendía la libertad personal y de acción, se rebeló contra aquellas personas que limitasen su voluntad. 

     Debería tenerse en cuenta lo tratado hasta ahora: la libertad amorosa de Marcela. La pastora se considera una persona libre, por lo que sus acciones dependen únicamente de sus intereses. Ella ha optado por mantener una vida solitaria y aislada, su profundo deseo es que se respetase su decisión. La postura adoptada y defendida por la joven quebranta los esquemas propios de la novela pastoril. Las distintas metáforas que conforman el discurso de Marcela aportan un valor altamente lírico y, por ende, se halla un acabado estético admirable.

    Es posible localizar referencias a la vida en la naturaleza como, por ejemplo, «los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y las aguas comunico mis pensamientos y hermosura», en las que se observa un rechazo al amor y al matrimonio mediante los elementos que componen dicha naturaleza, ya que refuerzan el deseo de la soledad. Siguiendo en la misma línea, se encuentra un pasaje en el que Marcela se cuestiona por qué debe ser obligada a estar con un hombre y no puede seguir sus principios: «si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles ¿por qué ha de querer que la pierda el que quiere que la tenga con los hombres?». 

     Algo semejante sucede al final del discurso, cuando Marcela pronuncia lo siguiente: «tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera». La heroína Marcela decide permanecer retirada, lejos de aquello que coarte su libertad, el campo, es decir, un lugar amplio y abierto, le hace sentirse un ser completo. Además, en la sentencia dice que solo se marchara del campo tras su muerte y lo hace con dos símbolos: el alma y el cielo. Piensa que el alma volverá a su lugar inicial, el cielo. Se trata, pues, de una referencia religiosa, pero no es la única, ya que el hecho de que no siente el menor interés por los hombres se debe, según ella misma, al poder divino: «el cielo aun hasta ahora no ha querido que yo ame por destino». 

     Podría decirse que muerte y naturaleza entablan una relación que, posteriormente, se consolida: «que sola gozase la tierra el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura», es decir, ha decidido mantenerse pura hasta la muerte. Se ha considerado oportuno hacer un paréntesis en el análisis connotativo y destacar la última idea expuesta. La pastora Marcela optó por mantener su virginidad, es decir, se trata de un cuerpo cerrado o un cuerpo no penetrado[2]. En otras palabras, es personaje propenso al silencio, de discurso templado y moderado por arriba, la boca, y por abajo, el sexo.

    Retomando en análisis de la simbología, habría que decir que la persistencia de Grisóstomo fue tratada de forma alegórica por Marcela. Esta critica la obstinación de Grisóstomo, incluso llega a declarar que tal conducta es la que le ha causado la muerte: «bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad». Además, manifiesta que la insistencia de dicho sujeto nunca habría acabado con su rechazo: «Quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento». De esta manera, se aprecia cómo Cervantes se vale de tales recursos para criticar el platonismo sentimental que acaparaba los universos creados en las novelas bucólicas. 

cuadro
El entierro del pastorGrisóstomo (1862),
Manuel García y García 
     Para concluir el análisis del personaje, se ha considerado importante poner en relación las ideas de Marcela con lo que hoy día se entiende por feminismo. El simple hecho de que un personaje femenino pronuncie un discurso de semejante calibre, enfrentándose y criticando las convenciones sociales que imperaban en el momento, ya es de por sí un pensamiento cercano al feminismo. La pastora no comprende la sociedad como el resto de mujeres, sino que concibe la soledad como la mejor alternativa para lograr la plenitud vital. Asunción Bernádez Rodal[3] hace la siguiente aportación sobre la historia de la pastora: «Del texto de Marcela, podemos deducir que la idea de que el amor humano es inferior a la libertad en sí misma, porque el amor no es constante, es caprichoso, mudable y puede hacer que tomemos caminos perjudiciales para nosotros mismos, tal como hace Grisóstomo. Sin embargo, el sentimiento de libertad individual es inalienable y está por encima de todas las circunstancias materiales que rodean al ser humano». 



[1] Miguel DE CERVANTES (1605): El ingenioso hidalgo don Quijote de la mancha. Madrid: Espasa Calpe, S.A., edición de 2003. Las citas de la historia de Marcela y Grisóstomo se han extraído de este libro.
[2] Términos acuñados por Juan Manuel PEDROSA en La pastora Marcela, la pícara Justina, la necia Mergelina: voces, cuerpos y heroísmos femeninos en el Barroco
[3] Asunción BERNÁDEZ RODAL (2007): “Marcela, el sueño de la libertad de las mujeres”. El Quijote en clave de mujeres. Madrid: Universidad Complutense, pp. 423-439.

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