La mujer en la historia


Las figuras de la mujer y la del hombre se han diferenciado en cuanto a jerarquía y funciones. Hasta el siglo XVIII estas desigualdades de género no se cuestionaron, aunque sí hubo mujeres anteriores a dicha fecha que mostraron su oposición contra la opresión del patriarcado. Desde entonces, se ha venido buscando los porqués a la condición distinta, distante y subyugada de la mujer. Lo cierto es que no se han encontrado respuestas a preguntas del tipo «cómo se establecieron las jerarquías», «cuándo sucedió», «si siempre fue así». Por este motivo, se han dado numerosas explicaciones que procuran argumentar su situación de inferioridad a lo largo de la historia.

Grabado
Adán y Eva (1566), Alberto Durero
Se ha llegado a considerar que las mujeres en el neolítico se tenían como diosas, porque tenían el asombroso don procreador. Posteriormente, según Engels[1], esta percepción se tornó. La supeditación de la mujer apareció a la par que la propiedad privada, es decir, cuando el ser humano dejó de ser nómada y se asentó en poblados agricultores. El filósofo alemán, asimismo, afirma que los hombres que conformaban dichas poblaciones necesitaban asegurarse unos hijos que heredasen sus posesiones; esto explicaría que se tuviese a la mujer bajo mandato. Esa desconfianza hacia la autoridad de las mujeres se aprecia también en los primeros mitos de nuestra cultura, en aquellos que se desarrolla la creación del mundo: por un lado, otorgan a la mujer un papel supletorio, pero a la vez le dan el poder de hacer maldades. Eva conduce a Adán y a toda la humanidad hacia la perdición tras ser tentada por la serpiente. Igualmente ocurre con Pandora que fue creada por Zeus para castigar a los hombres: el dios del Olimpo le entregó un ánfora a Pandora que contenía todas las desgracias del mundo, la curiosidad femenina de esta la empujó a destaparla y, así, liberó todos los males. Ambas historias mitológicas presentan a la mujer como un ser frágil, aturdido y sin juicio alguno, pero cabe destacar que la curiosidad es un componente esencial de la inteligencia, por lo que es la mujer quien representa estas ficciones de atrevimiento, se cuestiona sobre qué hay más allá, anhela develar aquello que está oculto.
Saul and the Witch of Endor (1753), Johann Rasso Januarius Zick
En ocasiones la represión de las mujeres ha alcanzado cotas aterradoras, como en las cazas de brujas de los siglos XV y principios del XVI, que podría ser consecuencia de la efervescencia humanista y liberal del Renacimiento. En Alemania, Italia, Inglaterra y Francia hubo miles de ejecuciones. Dato a resaltar es que el 85% de los acusados quemados vivos por brujería eran mujeres de edades dispares, pues incluso se condenaban niñas. Son varios estudiosos quienes afirman que hubo millones de muertes. Se las acusaba y quemaba con inculpaciones disparatadas (tener relaciones con el diablo, beber sangre de niños), pero también por otros motivos como suministrar anticonceptivos a mujeres, practicar abortos o dar drogas para aminorar el dolor del parto. La situación de la mujer dio un giro con la Revolución Francesa (1789), pues con los ideales de justicia y de fraternidad que se perseguían, algunos hombres y mujeres comenzaron a entender que la igualdad debía ser para todos o para nadie. Condorcet[2], un admirable filósofo francés que contribuyó en la escritura de la Constitución revolucionaria, alegaba que «o bien ningún miembro de la raza humana posee verdaderos derechos, o bien todos tenemos los mismos; aquel que vota en contra de los derechos de otro, cualesquiera que sean su religión, color o sexo, está abjurando de ese modo a los suyos». Con la detonación de la Revolución francesa aparecieron por el país galo clubs y asociaciones de mujeres que, después, se extendieron por toda Europa; algunas figuras a resaltar serían Olympe de Gouges y Thérroigne de Méricourt. Ese deseo de justicia y libertad se vio frenado y cohibido con la llegada del Terror: Olympe fue guillotinada, Condorcet condenador a muerte por Robespierre… En definitiva, se volvió a meter a la mujer en casa y el perjuicio sexista floreció de nuevo.
La industrialización no hizo que la situación de las mujeres mejorase, sino que hizo que se quedasen sin un sitio en el mundo, ya que se encargaban de confeccionar la ropa, la elaboración de jabón, velas, zapatos y las fábricas sustituyeron sus ocupaciones. Con el positivismo, las mujeres se convirtieron en objeto de estudio de los hombres, que llegaron a compararla con lo que ellos consideraban normal, las características y los valores del varón. Se encuentran sentencias como la de Darwin[3]: «se admite generalmente que en la mujer los poderes de intuición, la percepción y quizá la imitación son más señalados en el hombre, pero sigue algunas de estas facultades, al menos, son características de razas inferiores, y, por consiguiente, de un estado de civilización pasado y menos desarrollado». Tradicionalmente, se ha visto a la mujer como un ser enfermo: a finales del siglo XIX y principios del XX se registraron numerosos casos de anorexia, también extrañas y crónicas dolencias, hasta llegar las histéricas de Freud[4]. Definitivamente, las mujeres tuvieron que atravesar tiempos angustiosos y difíciles. Las heroínas de la literatura (Ana Karenina, Madame Bovary, Ana Ozores) muestran la tragedia de unas mujeres emotivas, sabias e instruidas, cuyas vidas no tenían sentido, cuyos sueños eran huir del vacío y lo hacían mediante el amor romántico y pagaron muy caro su quebrantamiento de las rigurosas reglas sociales.
    Tras entender el papel que ha tenido la mujer a lo largo de la historia, resulta sorprendente observar cómo ha habido mujeres que han sabido sobreponerse a las desfavorables circunstancias que se les presentaban. Se encuentran mujeres creadoras, guerreras, políticas, científicas, que se han desenvuelto con agudeza y valor a pesar de haber estado cohibidas por la sociedad.  Fueron pocas las mujeres atrevidas y valerosas, si se compara con la gran masa de sometidas a los límites impuestos. Los roles establecidos por la sociedad eran trasladados a las ficciones, del mismo modo, en ellas es posible localizar personajes femeninos que desafiaron a quienes se interponían en el camino que les conducía hasta sus sueños y se enfrentaron contra los que les obligaban a ajustarse a unas normas represoras.




[1] Citado en: Rosa MONTERO (1995): Historia de mujeres. Madrid: Alfaguara, p. 12.
[2] Citado en: Rosa MONTERO (1995): Historia de mujeres. Madrid: Alfaguara, p. 15.
[3] Citado en: Rosa MONTERO (1995): Historia de mujeres. Madrid: Alfaguara, p. 17.
[4] Citado en: Rosa MONTERO (1995): Historia de mujeres. Madrid: Alfaguara, p. 17. 

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