Situación social de la mujer en el Siglo de Oro


En torno al siglo XVI se dieron unos pequeños avances en la concepción de la mujer, aunque el Concilio de Trento (1563) se encargó de organizar y realizar todo un entramado jurídico-teológico que o bien consagraba su matrimonio, o bien aceptaba su reclusión en el convento, siendo estas dos las únicas salidas permitidas para la mujer. Las leyes eclesiásticas establecidas por el Concilio de Trento serían aplicadas de una forma muchísimo más severas con las mujeres. Cabe destacar que incluso los erasmistas con una mentalidad más progresistas apoyaron la obediencia y sujeción de la esposa hacia el marido, quiere ello decir que, si el hombre no se comportaba adecuadamente, debían resignarse y ser pacientes.

Dentro de este marco histórico, se encuentra que gran parte de los intelectuales contemporáneos consideraban a la mujer debía ser controlada, porque era un ente raro, imprevisible y peligroso. Se encuentran afirmaciones como la que el escocés John Knox[1] hizo:
«Promover a una mujer… repugna a la naturaleza, insulta a Dios, es algo de lo más contrario a su voluntad revelada… es la subversión del buen orden… la mujer, en su mayor perfección, fue hecha para servir y obedecer al hombre… como razonaba San Pablo con estas palabras: El hombre no es de la mujer, sino la mujer del hombre».

Cuadro
 Portrait of Princess Belozersky (1798),
de Élisabeth Louise Vigée-LeBrun
Durante los siglos XVI y XVII, se desarrolló un sistema ideológico que fue la base de la subordinación y mediatización de todo tipo de actividad que pudiese llevar a cabo la mujer. En el siglo XVII incluso termina penalizándose el trabajo femenino, tan solo se mantienen las enseñanzas de costura a las jóvenes aristócratas. A esta desfavorable situación se le añade el desarrollo mercantil que hizo que considerase como un sexo inferior y poco valorado. Dicha situación se intentaba disimular diciendo que las mujeres tenían trabajo doméstico, aunque no fuese remunerado ni socialmente reconocido su esfuerzo. La única instrucción que se le permitía a las mujeres era la que le permitiese educar a sus hijos. Todos esos obstáculos impidieron el desarrollo y la independencia personal que pudiese liberar a la mujer de esta dominación. No obstante, hubo mujeres valientes que se enfrentaron e intentaron modificar las normas sociales establecidas. 




[1] Íñigo SÁNCHEZ LLAMA (1990): La lente deformante: La visión de la mujer en los Siglos de Oro. Centro Virtual Cervantes

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