Las voces de resistencia en el Siglo de Oro

La estudiosa Margarita Nelken[1] habla de unas voces femeninas que se mostraron contrarias a la situación de desigualdad en la que se encontraban respecto a los hombres: «la sed de erudición que las impulsaba a estudiar las lenguas clásicas […] y el afán de escribir, que las llevó a expresar en verso los pensamientos y sensaciones refinados por la cultura». Muchas de estas mujeres se retiraban a conventos para desarrollar su independencia intelectual, puesto que en las esferas sociales no podían.

Cuadro
Sor Juana de Inés de la Cruz (1750),
Miguel Cabrera
Así pues, se encuentran mujeres como Sor Juana Inés de la Cruz, una mujer de cultura enciclopédica, que pudo desarrollar sus conocimientos en el convento. En la obra Respuesta a Sor Filotea, Juana pone de manifiesto la rebeldía intelectual frente a la situación de injusticia, es más, protesta para que las mujeres tengan el mismo derecho de acceder a la erudición e incluso critica a aquellas que solo aspiraban a las «filosofías de cocina». 

Se observa que el caso de María de Zayas es más complejo en algunos aspectos. La escritora reivindicó para que las mujeres accediesen de la misma forma que los hombres a la cultura, aunque, a diferencia de Juana, no luchó por obtener la libertad para escoger marido. Muestra su discordancia con el papel de la mujer en la época: «el que más dice amarlas, las aborrece, y el que más las alaba, más las vende; y el que más muestra estimarlas, más las desprecia… si [la mujer] es honrada, es aborrecida porque lo es; y si es libre, cansa; si es honesta, es melindrosa; si atrevida, deshonesta». Asimismo, de esta autora cabe resaltar las caracterizaciones que hace de los hombres, puesto que moldea como seres ingratos, inconstantes e inestables que no valoran a su amada y llegan a despreciarla una vez que la han hecho suya.

En la obra Desengaño cuarto, María de Zayas recrea un sadismo conyugal: el hombre tiene esclavizada a su mujer tras sospechar de ella por unos chismes que le contó a su criada y la somete a todo tipo de maltratos. El marido se percata de su crueldad cuando mujer ya ha muerto. María de Zayas pone como ejemplo esta historia para exteriorizar la crueldad con la que los hombres trataban a sus esposas. Defiende la figura de la mujer e incluso expresa su inocencia si en algún momento lo tratan mal.

En Aventurarse perdiendo de María de Zayas también, se ponen en juego una serie de mecanismos que aminoran los efectos de una pasión amorosa destructiva. Tacha todo aquel impulso que puedan llegar a tener consecuencias sociales, así lo pone de manifiesto en Amar por solo vencer donde la protagonista es aplastada por una pared que se ha desplomado. El problema no reside en la moralidad de la acción, sino en la tolerancia o la represión de un sistema de intereses. La solución que plantea para mantener el impulso sexual que le hace perder la razón, reside en el cambio de las costumbres de la época. Quiere ello decir que los maridos debían prestarles atención a sus esposas y deberían ser comprensivos, así disminuiría el número de infidelidades.





[1] Íñigo SÁNCHEZ LLAMA (1990): La lente deformante: La visión de la mujer en los Siglos de Oro. Centro Virtual Cervantes

Comentarios

Entradas populares