Educación, la lucha por un derecho (1900-1936)
Clase de ábacos (ca. 1930) |
Mientras la educación masculina se
inspira en el postulado optimista, o sea la fe en la perfectibilidad de la
naturaleza humana, que asciende en suave y armónica evolución hasta realizar la
plenitud de su esencia racional, la educación femenina derivase del postulado
pesimista, o sea del supuesto de que existe una antinomia o contradicción
palmaria entre la ley moral y la ley intelectual de la mujer, cediendo en daño
y perjuicio de la moral cuanto redunde en beneficio de la intelectual, y que
—para hablar en lenguaje liso y llano— la mujer es tanto más apta en su
providencial destino cuanto más ignorante y estacionaria, y la intensidad de
educación, que constituye para el varón honra y gloria, para la hembra es
deshonor y casi monstruosidad.
En la España de
finales del siglo XIX, se aprecia un cierto consenso acerca de que las mujeres
obtuviesen una educación mínima. Paulatinamente, semejante idea adquirió una
notoria trascendencia; así, parte de la sociedad comenzó a reclamar este
derecho hasta que las mujeres consiguieron tener acceso a la enseñanza como
aquellos del sexo opuesto. Hasta principios del siglo XX, se advierten
argumentos a favor de que la educación femenina ha de versar en el cuidado de
su esposo, hijos y el hogar. Trataban inculcar que esta era la única forma de
que las mujeres alcanzaran la felicidad.
A pesar de las
ideas contradictorias y extendidas en la sociedad en general, la luz de la
razón fue iluminando las mentes de la época. Los inicios del siglo pasado
trajeron importantes influencias del exterior y, consigo, el desarrollo de los
servicios, la demanda de empleo por parte de mujeres de clase media, entre
otros, que derivó en el cuestionamiento sobre la inexistente educación de
mujeres de cualquier nivel económico y la discriminación de sexo que ello
suponía. De este modo, se propagó el ansia por acabar con el ahogo social que
sufrían y las ganas de potenciar su capacidad intelectual. Emilia Pardo Bazán,
a finales del XIX, ya manifestaba que las mujeres «también tienen un destino
propio independiente de su estado, siendo el fin esencial de su cultura la
felicidad y la dignidad personal».
Clase del Instituto Internacional (1911) |
Biblioteca de la Residencia de Señoritas (ca. 1920) |
La sublevación militar de Franco, la Guerra Civil y la posterior represión, trajeron un retroceso social. Muchas mujeres, al igual que los hombres, se vieron obligadas a exiliarse, varias fueron encarceladas, incluso se les arrebató el derecho de ejercer las profesiones que tanto esfuerzo les había costado alcanzar. Todo lo que hoy día tenemos se lo debemos a aquellas que, con determinación, lucharon por conseguir nuestros derechos. Por ello, no pueden caer en el olvido. Antonina Rodrigo afirmaba que era «urgente recuperar la palabra de las mujeres que nos han precedido en eso tan abstracto y concreto a la vez que se llama existencia. Los hombres no lo harán por nosotras».
[1] Emilia Pardo Bazán. La educación del hombre y de la
mujer: sus relaciones y diferencias. Memoria leída en el Congreso Pedagógico el día 16 de Octubre de 1892
[Consulta: 7 marzo 2019]. Disponible en: http://culturagalega.gal/album/docs/CCG_ig_album_alfabetizacion_epb.pdf
[2] Rosa Capel Martínez & Consuelo Flecha García. La
educación de las mujeres en el primer tercio del siglo XX. En Ni tontas ni locas [en línea]. Madrid:
FECYT, 2009 [Consulta: 7 marzo 2019]. Disponible en: https://www.fecyt.es/es/publicacion/ni-tontas-ni-locas-las-intelectuales-en-el-madrid-del-primer-tercio-del-siglo-xx
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