La Nochebuena de las brujas


Las brujas, Francisco de Goya
A lo largo de la historia, las prácticas maléficas se han repartido en dos grandes grupos. Atendiendo a las palabras de Platón,  por un lado, se encuentran los especialistas, como podrían ser médicos[1] y, por otro lado, quienes se dedicaban a poner en práctica actos profanos, propios del demonio. La creencia en el demonio y sus poderes malignos ha estado presente en la cultura religiosa desde tiempos inmemoriales. Durante la Edad Media se extendió la idea de que los servidores del anticristo eran, dentro del ámbito natural, mujeres, judíos y turcos y, en la esfera sobrenatural, se hallan brujas y hechiceros. Semejante convicción y miedo se apoderó de la población durante todo el Antiguo Régimen. Junto a ello, la superstición, la extrema religiosidad y la ignorancia dieron lugar a la redacción del Malleus maleficarum[2], del que se conocen 34 ediciones entre los años 1486 y 1699. La obra contiene afirmaciones tan escalofriantes como las siguientes:
«La mayoría de quienes practican la brujería son mujeres, ello se debe a que -formadas de una costilla de Adán- son inferiores a los hombres [...], les falta inteligencia [...], tienen pasiones desordenadas, son débiles en las fuerzas del cuerpo y el alma, son más carnales que el varón [...], poseen el defecto de no querer ser gobernadas».
«Fémina proviene de "fe" y de "minus", por lo que la mujer siempre ha tenido menos fe que el hombre».
«Tienen el hábito de comer y devorar a los niños de su misma especie».
«Practican la lujuria carnal con los demonios».

            A través del Malleum malleficarun, asimismo, se aprecia cómo en el imaginario de los pueblos se ha dado especial importancia al poder de las brujas en épocas de transición climatológica, cronológica, espacial o vital: «Causan el granizo y tempestades y rayos, y esterilidad en los hombres». Manuel Pedrosa, antropólogo y profesor de la Universidad de Alcalá, ha estudiado el vínculo entre las fiestas de la tradición cristiana occidental con el solsticio de invierno, ya que coinciden con las celebraciones cristianas de Navidad. Tradicionalmente, se ha temido la actividad de brujas y demonios durante la Nochebuena o el día de San Silvestre, por ello se procuraba no dejar desatendido a nadie, especialmente, a los niños. A veces, colgaban medallas de plata a los niños, dado que este era un buen medio para protegerlos de cualquier mal. Se encuentran "advertencias" en expresiones populares para aminorar el número de víctimas por las acciones de las brujas durante la Nochebuena:
«De las doce a la una
anda la Mala Fortuna,
y de la una a las dos
anda el Alma de Dios»[3].

            La tradición pirenaica narra que las brujas poblaban los valles y las montañas, convivían con la población sin levantar sospecha alguna. Por las noches, transitaban las calles de las aldeas y los pueblos para llevar a cabo sus planes malvados y conjuros. La leyenda más conocida es la que relata que cada Nochebuena todas las brujas del Pirineo se reunían en la cima del Turbón. Se celebraban aquelarres y se encendían hogueras para dignificar y honorar al diablo, que se presentaba en forma de macho cabrío. Francisco de Goya representó mediante magníficas pinturas estas espeluznantes reuniones.

El aquelarre o El gran cabrón (1820-23), Francisco de Goya
            Una vez finalizadas las asambleas, las brujas regresaban a los pueblos para realizar atrocidades. En la tradición oral pirenaica, es frecuente escuchar lo sucedido a una familia después de la cena de Nochebuena. Esta se dirigió a la iglesia para escuchar la Misa del Gallo, excepto la abuela, que se quedó en la cama por estar enferma. Cuando la familia regresó, alegre mientras comía turrón, encontró a una de sus mejores mulas en el suelo. Lo sucedido, con el tiempo, cayó en el olvido, debido a la compra de una mula nueva. Sin embargo, la Nochebuena del siguiente año volvió a suceder lo mismo: todos se fueron a la iglesia, menos la abuela y, cuando llegaron, vieron cómo esa nueva mula yacía en el suelo sin vida. El dueño del animal esta vez encontró un gato, que era el causante de la muerte, pues el pobre animal estaba lleno de arañazos. El hombre tardó poco en coger un palo y golpear al felino en una pata, aunque terminó escapando. Todos fueron a contar lo sucedido a la abuela que, esta vez, además de estar enferma, no podía moverse por la dolencia de una pierna. Tal desgracia dos años seguidos solo podía ser cosa de brujas. 

Vuelo de brujas, Francisco de Goya
            En definitiva, las brujas reducían su corporeidad, se convertían en gatos, aves y moscas, para realizar con mayor facilidad sus conjuros y fechorías. Evitar sus maldades dependía de, según voces populares, esconder las escobas en Nochebuena. Por lo tanto, se recomienda que esta noche todos protejáis a vuestros animales y escondáis las escobas, pues nunca se sabe si las brujas volverán a retomar las calles de los pueblos. 






[1] Baroja, Caro. Las brujas y su mundo. Madrid: Alianza, 2015.
[2] Kramer, H. & Sprenger, J. Malleus Maleficarum. Buenos Aires: Ediciones Orión, 1486. [Consulta: 24 diciembre 2018] Disponible en: https://goo.gl/c5ZByf
[3] Pedrosa, Juan Manuel. «La Nochebuena de las brujas». En Dossier. Porque es Navidad [en línea], 2010, pp. 74-76. [Consulta: 21 diciembre 2018] Disponible en: https://goo.gl/kDqzNo


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