Urraca I de León
Doña Urraca (1857), Carlos Múgica y Pérez |
La reina Urraca I de León (1081-1126), conocida por sus contemporáneos
como la Temeraria, ha sido objeto de
interés a lo largo de la historia. Así se pone de manifiesto en textos como Las mocedades del Cid (1618), de Guillén
de Casto, o en obras teatrales como La varona castellana (1617), de Lope de Vega[1]. Sin duda, las crónicas de
la época son la fuente de información más rica, dado que perfilan la
personalidad de la reina, desde su vida política hasta su faceta como madre
protectora de los intereses dinásticos de sus hijos.
Urraca I, hija de los reyes Alfonso
VI y Constanza de Borgoña[2], contrajo matrimonio con Raimundo
de Borgoña cuando tan solo tenía ocho años. Los documentos describen a Raimundo
como un ser ambicioso, con altas pretensiones de controlar el reino de León. Alfonso
VI, padre de Urraca, instó a Raimundo de Borgoña repoblar la zona oeste del reino,
lo cual fue un aliciente para incrementar su poder. Tuvieron dos hijos, Sancha
en 1095 y Alfonso VII en 1105. Dos años después del nacimiento de este, Raimundo
falleció, por lo que no llegó a acceder al poder, debido a que el padre de
Urraca todavía poseía el trono.
Alfonso VI tuvo un hijo con su
criada Zaida, Sancho Alfónsez, pero este murió en 1095, lo cual desencadenó una
excesiva preocupación por la falta de descendencia masculina. Esto explica la
presión que sufrió Urraca para que tomase en segundas nupcias a Alfonso I de
Aragón en 1109, tan solo un año después de la muerte de su primer esposo. Este
matrimonio no fue mejor que el anterior, pues condujo a Urraca al fracaso tanto
político como personal por la amplia oposición al enlace por parte de nobles gallegos
y leoneses. Asimismo, se advierte cómo varios obispos denunciaron el matrimonio
por consanguinidad, puesto que tenían un bisabuelo común: Sancho III. Este mismo
año murió Alfonso VI, así pues comenzó el reinado de Urraca I junto a Alfonso I
de Aragón.
Urraca I de León |
El
Libro I de la Historia
Compostelana, escrito por Nuño Alfonso, Giraldo y Pedro Marcio, pone
de manifiesto la actitud subversiva que adoptó Urraca I, pues repulsaba la
unión con el execrable, sanguinario y cruel tirano aragonés. Además, se
encuentran otros escritos que expresan el sometimiento y subordinación de
Urraca a los mandatos de Alfonso de Aragón. Uno de los primeros conflictos se
debió a una de las cláusulas matrimoniales: se relegaba a Alfonso, hijo de
Raimundo de Borgoña, en el caso de que Urraca y su segundo esposo tuvieran otro
varón. La nobleza no tardó en posicionarse a favor o en contra de dicha
disposición. El principal bastión en defensa del niño surgió en Galicia y
Urraca se posicionó a favor del pueblo, lo cual desencadenó la cólera del
Batallador. Su ira le hizo encerrar a la reina Urraca en la fortaleza de
Castellar en 1111. Un año más tarde, con el argumento de la consanguinidad, la
reina Urraca acabó con el segundo matrimonio.
Es en este momento cuando por fin comienza a reinar en
solitario hasta 1126, fecha de su muerte. La ley sálica que vetaba a las
mujeres de la sucesión era una de las bases del sistema en Francia. Sin
embargo, en la Península Ibérica no existía tal mandato. No fue un reinado
fácil, puesto que la nobleza presionó constantemente para que abdicara en su
hijo. A pesar de todo contratiempo, asumió el poder con responsabilidad y
eficiencia. Urraca fue punto de mira entre sus contemporáneos, ya que no solo
fue la primera mujer en reinar en solitario, sino que además tuvo numerosos
amantes, como cualquier rey. El poder y el control de Urraca se ven reflejados
tanto en escritos como en monedas. Therese Martin ha considerado que las monedas que contienen la inscripción re en en lugar de regīna (reina),
se debe a que re hace referencia
tanto a rex (rey) como regīna, ya que fue una mujer valiente, capaz de adoptar ambos papeles.
La
Historia Compostelana no recrea la
verdadera personalidad de Urraca, pues, según Therese Martin, Giraldo
descalificó a través del escrito la figura de la reina. No obstante, su hija
Sancha se ocupó expresamente de esclarecer la nebulosa historia de las
crónicas. Apeló a la lealtad y honestidad del obispo para que se reescribiese
la historia de su madre, alejada de todo interés político:
Ten en
cuenta que antes de ser obispo sólo eras canonje, y el primer cargo público que
tuviste en la cancillería de los condes de Galicia, te lo dieron mis padres,
los dos, mi señora madre la mitad. Y de lo que me dices que te pidió el pueblo,
te aseguro y lo sabes bien, que sin el plácet de Urraca no hubieras accedido a
dignidad obispal [...] a no ser por mi madre, nada seríais, a no ser por mi
padre tampoco[3].
[1]
Jesusa Camaño Giráldez. «Proyección
de mujeres medievales de la realeza en los textos literarios» [en línea]. En Revista de Filología Románica, n.º 33.
Madrid: Ediciones Complutense, 2016, pp. 47-61. [Consulta: 11 enero 2019] Disponible en: https://goo.gl/85ZTwm
[2]
Diana Arauz Mercado. «Imagen y
palabra a través de las mujeres medievales» [en línea]. En Mujeres medievales en los reinos hispánicos, vol. 2, 2006, pp.
147-172. [Consulta: 11 enero 2019] Disponible en: https://goo.gl/rfMgxX
[3]
Anna Działak. La reina Urraca desvelada de la Historia Compostelana a la Reina Urraca de Ángeles de Irisarri [en línea]. Varsovia: Uniwersytet Warszawski,
2015. [Consulta: 11 enero 2019] Disponible en: https://goo.gl/zR7TYC
Comentarios
Publicar un comentario